- ¿Recuerdas ese día que fui a buscarte a tu trabajo? – me dijo Lorena
- Sí – le respondí, pero no estaba muy seguro de cuando
había sucedido.
- Estabas con Gaspar bajando desde el segundo piso, te
agachaste a tomarlo para que no caminara tantos escalones y un hombre que iba
contigo me saludo –
Cuando me dijo eso, en mi mente se dibujo la imagen de un
hombre extraño, vestido de etiqueta y con sombrero, completamente de negro y
con un rostro borroso. Un hombre que no debía estar en ese recuerdo, un
recuerdo que no era mío. Una imagen que se desvanecía a la vez que me
despertaba en mi cama, descubierto de sábanas a causa del calor que aún asola
las noches.
05:45 de la mañana. El cambio de hora se hace evidente y el
sol aún no se asoma por la ventana. Era un sueño. Lorena se haya dormida a mi
lado. Mi reacción fue acurrucarme mientras un sudor frío se posaba en mi
espalda. No entendía la causa de mi sueño.
Abrí la llave de la ducha. Se oyen los pies de Lorena subir
por los escalones. La llamo, pero no hay respuesta. Termino de sacarme la
espuma y el agua. Quizás no me oyó y está tras la cortina, pero no hay nadie. El
sueño me persigue.
- ¿No me oíste cuando te hablé? – le pregunté a Lorena
mientras bajaba la escalera para tomar desayuno con ella. No quise contarle mi
sueño. Me parecía absurdo temerle a algo que apenas puedo recordar. Pero me está
siguiendo. Me sigue desde que lo nombró en mi sueño. Está detrás de las puertas,
cuando apagó la luz y me volteo. Está dentro de la casa y sé que lo llamaste
tú.
Hoy mientras caminaba por los pasillos de mi trabajo lo
sentí de nuevo. No había lugar en el bus en el que viajo, pero está aquí. Me
esperaba mientras estaba en el baño. Sé que cuando se trabó la chapa era porque
alguien la afirmaba por fuera. No quise preguntar si podía revisar las cámaras.
Nadie lo creería.
- ¿Por qué lo trajiste? – pensé en preguntarle. Ahora me sigue
y se esconde en la periferia de mi vista. Donde no lo puedo ver donde volteo. Ya
no lo puedo recordar en el sueño, porque está aquí. Está aquí.